domingo, 28 de abril de 2013

EL DECLIVE DEL PARLAMENTO

El ojo público, en forma de televisiones, internet, redes sociales, está transformando la actividad política en profundidad. La capacidad que esos medios otorgan a los ciudadanos para hacer oir su voz, siempre que cumpla las condiciones del medio, está alumbrando nuevas formas de actuación. Desde los "escraches" en los domicilios de los políticos, la actuación sobre el Congreso y demás Cámaras, intentanto rodearlo, superarlo, asaltarlo (véanse los mensajes que se intercambian los convocantes), hasta las innumerables webs, blogs, twitts, etc que rápidamente difunden mensajes, interpretaciones, avisos, alertas, valoraciones,etc.

Esa actividad incesante se traslada al interior de las Cámaras, donde los gestos van pesando más que los argumentos. Camisetas, pancartas, y otras formas de reclamar la atención mediática, desplazan la necesidad de ofrecer argumentos, de confrontar propuestas. A ello ha contribuido irremediablamente la evolución del Parlamento, que hoy no es el lugar donde se hacen las leyes sino a lo sumo donde se aprueban, si bien permanece la función de control. La subordinación del Parlamento al Ejecutivo a través de la mayoría absoluta deriva en el desinterés del Gobierno por la Cámara, y así asistimos continuamente a debates donde la justificación de las políticas gubernamentales es pedestre: puesto que hemos ganado podemos hacer cuanto decidamos.

La hipertrofia del Estado de partidos, la invasión de áreas de la sociedad civil, el régimen electoral y otros aspectos del cerrado juego político, ahondan esa crisis. La autorreferencia de las élites políticas ha devenido en un arquitectura institucional elefantiásica, que permite premiar a un mayor número de seguidores: en España, más de 70000 puestos de elección directal y un número muy superior, varios cientos de miles,  de libres designaciones, desde consejeros de opacas funciones hasta directores de hospitales, funcionarios de rango medio, etc

Los ciudadanos comprueban así que la oposición parlamentaria es ineficaz y simplemente la sobrepasan. ¿Hacia dónde? Históricamente la supresión de la política ha derivado en formas populistas y más o menos autoritarias, pero faltas del control democrático. En Grecia o en Italia estamos viendo algunas de esas formas. El cuarto poder democrático, la prensa, imprescindible para conformar una opinión pública, sufre una crisis de modelo de negocio ante las nuevas tecnologías, haciéndose más vulnerable a la influencia del poder Ejecutivo a través de contratos, convenios y otras fórmulas.

En Galicia, Feijoo insiste en esa demolición de la política mientras evita abiertamente la rendición de cuentas y la sustituye por una propaganda continuada, al servicio de una gestión muy ideologizada. Una sociedad civil relativamente débil tiene pocos recursos de oposición efectiva y menos de control. Pese a todos sus defectos, el control parlamentario es la única garantía de que el Gobierno se mantenga dentro de los límites de las normas jurídicas y de los usos políticos.

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