martes, 23 de marzo de 2010

CORUÑESAS

Probablemente en todas las ciudades, en algun momento de su historia, aparecen personas que por su influencia dejan huella en la evolución de su entorno inmediato. Pero cuando coinciden varias personas en un breve período de tiempo, debemos suponer la existencia de condiciones sociales y económicas que lo justifiquen. Si además son mujeres, la explicación se hace necesaria.

En La Coruña (hoy legalmente A Coruña), han vivido muchos hombres y mujeres relevantes, que ocupan un lugar destacado en su intrahistoria. Pero durante la primera edad de oro de la ciudad, el período comprendido entre las dos Repúblicas, coincidieron en distintos momentos: Juana de Vega, Concepción Arenal, Rosalía Castro, Pardo Bazán y María Barbeito. Tres reformadoras y dos escritoras. Tres coruñesas de nacimiento y dos de residencia temporal. Las cinco con rasgos comunes: nivel de formación superior a las mujeres de su tiempo, innovadoras en sus respectivos campos, solas en mundos masculinos, ambiciosas en sus planteamientos, con experiencias vitales en diferentes ciudades. Feministas "avant la lettre".Y, sobre todo, de larga influencia.

Juana de Vega, menos conocida, vivió acontecimientos históricos de su tiempo y tuvo una gran influencia en el pensamiento liberal de la ciudad decimonónica. Fue el punto de conexión con la obra de Concepción Arenal así como su mecenas en algunas actuaciones. Ésta inició en La Coruña su primera actuación como Visitadora de Prisiones; además estuvo relacionada con las principales figuras de la Institución Libre de Enseñanza lo que la relaciona con María Barbeito, quien introdujo la enseñanza graduada en la ciudad así como el movimiento de la Escuela Moderna.

Pardo Bazán y Rosalía de Castro son antitéticas. La una tuvo casi todo en vida: fama, oportunidades, y la otra casi nada excepto sufrimiento. Doña Emilia, conservadora al fin, fue crítica e incluso displicente con Rosalía y con Concepción Arenal, una vez fallecidas. Murguía se haría eco de esa actuación en una interesante serie de artículos.Pero las víctimas de su desprecio serían vindicadas por la historia posterior. Pardo Bazán y Concepción Arenal fueron honradas con esculturas monumentales. La dedicada a la penalista es una obra racionalista de otra figura notable, el arquitecto González Villar, con una metáfora magnífica: el águila de la libertad rompiendo las cadenas de la opresión. La obra respectiva de Juana de Vega y de María Barbeito perduró en el pensamiento de la ciudad.

Una ciudad que en esa época se afianza como ciudad liberal, en el conservador entorno gallego.Ciudad de comerciantes ilustrados, de emprendedores, de mentalidades abiertas. La tradicional ciudad de realengo había devenido ya en ciudad liberal, más tarde sería republicana. Fue ese humus cultural, cosmopolita y tolerante, atento a las ideas de otros lugares, refractario al dogma eclesiástico y a los privilegios señoriales, el que permitió el florecimiento de muchas iniciativas singulares y sin duda brindó el terreno en el que las mujeres citadas pudieron demostrar su personalidad singular, incomprendida en algunos casos, pero respetada.

Y que tuvo continuidad en otros proyectos. Porque de la estancia del matrimonio Murguía, derivará el interés de éste por ubicar en esa ciudad la Real Academia Galega, consciente de que solo en ese ambiente liberal podría florecer libre de presiones. Era también la opinión de Curros Enríquez, que obtiene en la Audiencia coruñesa la absolución de la condena impuesta por los tribunales de Ourense a instancias de la Iglesia y que escribirá el más bello homenaje a esta ciudad, siendo más tarde correspondido tanto en el homenaje rendido como en su posterior entierro.

La segunda edad de oro es reciente y de sus nombres, activos todavía, corresponderá hablar en otro momento.


METROPOLITANOS 2


lunes, 8 de marzo de 2010

CONSTITUCION

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XUNTA

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miércoles, 3 de marzo de 2010

JUECES


El acoso judicial al juez Garzón, que crece de día en día, abarca ya tres causas diferentes y, sobre todo, una operación de suspensión impulsada por algunos de sus pares. Que nadie está por encima de la ley, ni siquiera los jueces, es una obviedad en los Estados modernos. Pero en este caso se mezclan la ley, la justicia y la política, haciendo que la aplicación de la ley encubra otras actuaciones.

Que Garzón es controvertido, mediático y protagonista, es bien sabido. Que sus instrucciones de conocidos casos, a veces, han resultado inútiles, también es conocido. Pero en la línea de sus modelos, jueces italianos como Falcone, Garzón se ha transformado en el juez español más conocido dentro del país y en el mundo. Esa popularidad no la ha alcanzado por actuaciones distintas de su trabajo jurisdiccional, sino que éste, al abordar casos inéditos o al demostrar arrojo para afrontar asuntos complejos, le ha granjeado, fama y sobre todo admiración.

Porque Garzón ha hecho justicia, además de aplicar la ley. Ha devuelto a muchos ciudadanos, escépticos con el esoterismo del mundo judicial, la confianza en la capacidad de los jueces para buscar la verdad y resarcir a la víctima. Basta recordar algunos de los asuntos que ha llevado: persecución implacable del terrorismo (ETA, GAL, islámico), extensión de la jurisdicción universal (encausando a Pinochet y a represores argentinos), crimen organizado, aplicación de la Ley de Memoria Histórica (iniciando la indagación sobre los desaparecidos en la guerra civil y durante el franquismo). Cabría preguntarse cuantos jueces más pueden presentar una lista tan amplia y relevante. Podrían citarse otros jueces, pero el colectivo tiene tres mil miembros. Y los ciudadanos perciben que asuntos sorprendentes y de conocimiento público no siempre merecen esa atención y celo judiciales.

Pero Garzón es culpable de haber cedido al canto de las sirenas, colgar la toga y entrar en la política. Fue un paso efímero, no tuvo el reconocimiento que perseguía, consideraba merecer, o el puesto adecuado. A los poco meses retornó a la vida judicial para iniciar una persecución implacable de sus compañeros políticos, en la cual entró en conflicto con quienes también habían sido colegas togados. Dos décadas más tarde éstos se cobran cumplida venganza emboscados en el órgano de gobierno de la carrera judicial, pidiendo la suspensión provisional del juez Garzón. Que la excusa procedimental sean las denuncias de organizaciones de extrema derecha, añade escarnio. También indica pérdida de valores. El silencio ominoso de los principales cargos judiciales también es clamoroso.

Aparece así el lado oscuro del poder judicial. La utilización torticera de la ley para aplicar la política. El Consejo, dominado por dos asociaciones , verdaderos grupos de presión en un colectivo poco tendente al asociacionismo, actúa como extensión de los grupos políticos en el reparto de cargos.

La teoría de Montesquieu de la división de poderes, legislativo, ejecutivo y judicial, ha pasado a la historia. Hoy el poder legislativo es una extensión del ejecutivo. Que el poder judicial se haya vuelto tan abiertamente partidista, en su organización, no augura nada bueno. Porque al final es imposible dejar de ver el intento de censura de un juez incómodo con el poder, y de acabar por vía tortuosa con el principio de inamovilidad, garantía de su independencia de criterio.

Y de paso se envía un mensaje inequívoco a la carrera judicial y por extensión a la sociedad entera: del franquismo no se habla en los tribunales, de sus víctimas tampoco.