domingo, 31 de enero de 2010

METROPOLITANOS

El debate recurrente sobre espacios supramunicipales en Galicia, o sobre su configuración institucional en las llamadas áreas metropolitanas, está deparando escasas ideas novedosas . Imposible encontrar propuestas sobre la mejor articulación de los servicios públicos locales, quizás porque, con una excepción, han alcanzado ya un notable grado de desarrollo en el ámbito municipal respectivo y nadie ve claro que las soluciones metropolitanas introduzcan economías de escala y una mejor adaptación a la evolución de las demandas ciudadanas. Así el abastecimiento de aguas, la recogida y tratamiento de residuales, la recogida y tratamiento de residuos o el urbanismo, están ya muy desarrollados en cada municipio y se intuye que soluciones de integración pueden generar más problemas que soluciones.

La única excepción es el transporte de viajeros, donde el único avance de la última década ha sido el billete único. Nada se ha hecho, ni existe previsión concreta, sobre la integración del transporte urbano con el interurbano, de suerte que el mismo transporte traslade a los usuarios desde un punto de origen hasta el destino final. Los intereses divergentes de los respectivos concesionarios, la abulia de la Xunta y la dificultad de los municipios para avanzar soluciones conjuntas, mantienen ese proyecto, el único verdaderamente metropolitano, en el limbo administrativo.

Así que el debate actual gira sobre un problema político, quien tendrá el poder en una futura estructura institucional. La asignación de votos, los cargos directivos y sus funciones, constituyen el eje de los proyectos en curso, en el Norte y en el Sur. No estará de más recordar que instituciones similares que han seguido esa senda, han fracasado casi siempre. Que las muchas mancomunidades gallegas de municipios, tienen una existencia virtual pero sin funciones reales. Que las áreas metropolitanas creadas en España ( Valencia, Barcelona, Bilbao, Madrid) han sido disueltas por las Comunidades Autónomas. Y que sólo las experiencias de más bajo perfil político, orientadas a la gestión de servicios o a la planificación, han funcionado.

Porque con las nuevas estructuras acontece lo ya conocido en las Diputaciones Provinciales: déficit de legitimidad democrática, por la elección indirecta de sus miembros, ausencia de competencias propias e imposible financiación con fondos propios. Cierto que las Diputaciones disponen fundamentalmente de las transferencias del Estado, que a su vez redistribuyen. Pero de modo general, no han sido capaces en su larga historia de crear servicios propios que mejoren la eficacia de los municipios: en urbanismo, patrimonio, empleo, cultura, servicios sociales, etc la ausencia de iniciativas de las estructuras provinciales es la norma. Sólo en servicios burocráticos o muy técnicos como son la recaudación o las redes informáticas se ha avanzado. De ahí que donde las Diputaciones, con recursos, personal propio y visibilidad política, ofrecen escasos resultados, atribuirle a nuevas estructuras mejores expectativas, no deja de ser un ejercicio voluntarioso.

Pero no es un intento inútil. La capacidad de los poderes locales cuando actúan unidos es muy visible. El Fondo estatal de los dos últimos ejercicios, es una respuesta clara del Estado. Como lo fue el Pacto Local que el Gobierno Touriño firmó con los municipios gallegos, para, entre otros objetivos, mejorar su financiación. También el proyecto actual que impulsan los municipios gallegos para alcanzar un consenso político en la reforma de la Ley del Suelo, si bien en este caso la Xunta tendrá que mostrar más capacidad de diálogo para lograr un acuerdo parlamentario.

De ahí que con todas las reservas antes expresadas, debamos alentar los proyectos de acuerdo metropolitanos. Porque indica consciencia de que unidos en entidades de mayor tamaño podremos conseguir objetivos más ambiciosos . Que los cargos los ocupen políticos o funcionarios es secundario. Que las presidencias sean visibles o sean técnicas también. Porque la fuerza de esos proyectos no vendrá de su estructura, sino de sus miembros, de la sinergia que unos municipios unidos a otros transmiten. Ningun cargo es más relevante que los derivados de la soberanía popular. Ningun presidente de Area Metropolitana será más visible o influyente que un Alcalde. Quien lo dude que mire hacia las Diputaciones, que en siglo y medio no han conseguido hacerse respetar como interlocutores necesarios.

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