jueves, 28 de enero de 2010

HAITI



Una catástrofe absoluta como acaba de ocurrir en Haití, muestra, además de la desolación que se abate sobre la pobreza extrema, los límites políticos y morales de nuestras sociedades occidentales. A la práctica desaparición del Estado haitiano como estructura organizadora de la convivencia, que incluye la seguridad física y de las condiciones de vida, se une el espectáculo emocionante, a un tiempo competitivo y consolador, de la cooperación internacional.


Es cierto que bastaron horas para comprobar que los organismos multinacionales como Naciones Unidas, que contaba con 9000 militares sobre el terreno además de centenares de funcionarios civiles, no son eficaces. Y que la bien intencionada, multicultural y burocrática Unión Europea carece de capacidad de respuesta a la altura del desastre. Los organismos multilaterales tienen una gran capacidad, que no debe menospreciarse, como estructuras de diálogo pero carecen de fuerza ejecutiva pues sus decisiones son el punto de encuentro o mínimo común denominador de intereses contrapuestos. En Haití, como en tantos casos, el denostado Imperio estadounidense se ha revelado como la única estructura capaz de actuar con prontitud y eficacia. Y lo ha hecho, es llamativo, con su Ejército. Es decir, existe un Estado, capaz de tomar decisiones unilaterales y de imponerlas, porque tiene los medios coercitivos y logísticos necesarios. Se han mantenido las formas de cooperación con el gobierno haitiano, pero se ha organizado la asistencia y, cuentan los cronistas allí desplazados, la población lo ha aceptado desde el primer momento. Es cierto que se han leído comentarios surrealistas referidos a la supuesta incomodidad de otros gobiernos por las prioridades determinadas por el mando militar americano que opera el único aeropuerto, pero de ser ciertos deben entenderse, piadosamente, como el reconocimiento de la propia incompetencia.


Cuando se observan los esfuerzos de otros ejércitos occidentales para actuar en escenarios internacionales casi siempre como fuerzas de interposición, sin mandato ni capacidad para actuaciones coercitivas, se realza más el papel del único Ejército del mundo occidental capaz de actuar en cualquier misión, en cualquier lugar y de hacerlo al servicio de sus propios objetivos. A veces inasumibles desde el exterior, pero en todo caso sirviendo con firmeza a la política exterior de su gobierno. También asumiendo el coste en vidas que supone actuar en conflictos cruentos. . Ahora que se plantea como única salida de Afganistán el pacto con los talibanes, es decir la solución política, se olvida que prácticamente ninguno de los objetivos allí perseguidos se han cumplido: los talibanes existen, las mujeres continúan en el status represivo que antes tenían, el cultivo de amapolas es floreciente, la violencia endémica, el país está destruido y el Gobierno local no parece resistir un mínimo examen. En descargo de la política americana reconozcamos que está ampliamente acompañada sobre el terreno por contingentes militares de muchos países, que si no soportan el peso de la guerra, si legitiman la actuación norteamericana.Y que en el plano político está también ampliamente respaldada por la comunidad internacional consciente de que no tiene otra alternativa mejor.


Pero Haití nos brinda otra lección interesante. No es posible el desarrollo sin gobiernos comprometidos en su logro. El desembarco de las Organizaciones no gubernamentales y la exhibición, obscena entre tantas miserias, de las cifras multimillonarias que suman las aportaciones de gobiernos, instituciones y particulares, indica que los recursos no serán el problema. Además la cooperación al desarrollo ha alcanzado en todo el mundo el máximo histórico,según los informes de la OCDE y una vez descontada la condonación de la deuda. Pero todo ello no puede hacer olvidar que la reconstrucción del país durará una década, palabras de su Presidente, ratificadas en la conferencia de Montreal que agrupa a los países comprometidos en la recuperación. Tampoco que hasta el momento no existen propuestas para abordar ese problema una vez resueltas las necesidades más acuciantes: cobijo, alimento y cura. Satisfechas las necesidades perentorias quedará un largo trabajo de reconstrucción del capital físico, así como para la creación de condiciones a largo plazo que rompan el bucle de pobreza, subdesarrollo y catástrofes. La creación de servicios públicos básicos como la educación y la sanidad, el desarrollo de una economía de mercado, del comercio y de la adecuación de éstos a las características del país, son tareas muy complejas, que requieren generaciones y compromisos políticos que trascienden la lucha política. Ahí es donde la cooperación bilateral entre Estados puede ser decisiva. De justicia es consignar aquí el fortísimo crecimiento que esa política ha tenido en España con el presidente Rodríguez Zapatero así como la multiplicidad de programas en curso.


Para quienes sigan los problemas que aquí se comentan, recomiendo un magnífico ensayo, de un conocido historiador, reconvertido ahora a la política, el canadiense Michael Ignatieff. En su obra “El honor del guerrero” (Taurus, 2004), analiza con detalle el papel de la cobertura televisiva de los desastres, las guerras étnicas de los Balcanes y otros lugares, la memoria histórica.... Entre otros análisis llamativos estudia en profundidad la más importante de las organizaciones no gubernamentales, el Comité Internacional de la Cruz Roja y las contradicciones de su neutralidad. Las matanzas étnicas de Bosnia, donde la Unión Europea fue testigo pasivo o el papel de Naciones Unidas en ese mismo conflicto o en el de Ruanda, son asimismo contribuciones impresionantes.

3 comentarios:

  1. Si considerásemos al Estado como un organismo vivo, podríamos entender que sus políticas interior y exterior guardan la relación que en la genética se establece entre la carga genética individual (genotipo) y la manifestación externa de parte de la misma (el fenotipo). Con evidencia, a mi juicio, las políticas exteriores que manifiestan una posición clara y unívoca -estemos o no de acuerdo con ella, que ese es otro cantar- se producen con frecuencia en aquellos Estados cuya política interior ha alcanzado determinado grado de evolución. Ayer el Presidente de los Estados Unidos, un día después de haber presentado en el debate sobre el Estado de la Unión una serie de medidas de choque para afrontar la crisis económica y de recuperar al hacerlo, de acuerdo con los sondeos, la confianza de sus conciudadanos, se plantó en Baltimore, donde los republicanos celebraban una reunión parlamentaria, para someterse a las preguntas e invectivas de los dirigentes del partido oponente, que en repetidas ocasiones han manifestado que el Presidente cuenta con su colaboración para lograr la recuperación de la economía. El comité nacional republicano ha colgado su respuesta/propuesta a Obama en la web (http://www.gop.com/index.php/research/comments/mr._president_here_are_our_solutions)
    Siente uno sana envidia cuando contempla a una nación asentada sobre sólidos ideales políticos, principios constitucionales hoy universales pero allí forjados, que se actualizan gracias a que los contendientes no los ponen en cuestión cada vez que se convoca una contienda electoral.
    ¿Imagina alguien al Presidente Zapatero recibido en la calle Génova para responder a las preguntas de los dirigentes del PP y a Mariano Rajoy haciendo cualquier cosa que no sea amenazar con todos los males del averno?
    No podrá extrañar, entonces, que cuando toca controlar un aeropuerto, un puerto, una isla entera, haya quien parte con cierta ventaja, casi ontológica, casi genética, la que te dan 200 años de desarrollo del régimen democrático: la fortaleza interior se percibe en el exterior.

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  2. Benvido á blogosfera. Ten coidado que pode enganchar.

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  3. Lamentablemente, Haití como estado no existe. El poco tiempo que he pasado allí me sirvió para comprobar como los limites de lo que conocemos como pobreza se superan hasta limites impensables.¿Que hacer? Es difícil. Hay que construir un estado fuerte y democrático, eficaz, etc,pero es necesario sobre todo alimentar, educar, atender, una sociedad que carece de todo, y hacerlo desde cero.
    La historia de esa parte de la isla es una gran contradicción. Se liberan de la colonia y de la esclavitud pero no han podido liberarse de la pobreza. La misma gran contradicción que ahora.
    Difícil es buscar soluciones, pero más difícil hacerlo rodeado de muerte, hambre y enfermedad.

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