jueves, 26 de agosto de 2010

MORIR EN AFGANISTAN

La reciente muerte de dos oficiales de la Guardia Civil y un civil mientras impartían formación a la policía afgana, ha recordado a la sociedad española que en ese lejano país y bajo condiciones no muy bien conocidas, ciudadanos españoles (militares, guardias civiles, cooperantes) trabajan en condiciones de elevado riesgo para sus vidas.

De inmediato ha surgido el clamor de algunos grupos políticos y bastantes medios de comunicación cuestionando la continuidad de la misión allí desempeñada. Una encuesta reciente eleva a más del 60% de los españoles, la cifra de pesimistas ante esa situación, habiéndose producido un visible deterioro con respecto a encuestas anteriores. Probablemente la ausencia de resultados visibles, y ya hace una década de la caída del régimen talibán, influye en esa negativa percepción.

Si la percepción es mala en España, en Afganistán debe ser muy preocupante, pues nada menos que la cuarta parte de las víctimas de esa especie de guerra civil continuada son civiles afganos. El Presidente Obama, consciente del deterioro de la situación, ha fijado ya fecha para el traspaso de las funciones de seguridad al ejército y policía afganos. No obstante, según informes recientes, solo el 2% de ese ejército de nueva planta es autosuficiente en términos militares, lo que cuestiona cualquier calendario precipitado.

De otra parte la ausencia del Estado en gran parte del territorio, el escaso prestigio de su Presidente, la corrupción generalizada, el impulso de la producción de opio (más del 90% de la producción mundial) y la capacidad de la guerrilla talibán para ocupar el territorio, hacen incierto el final del conflicto. Si bien la guerrilla no podrá ganar en términos militares, la ocupación por si sola no puede eliminar aquella, amparada en sus raíces culturales, étnicas y religiosas. De ahí que en la reciente Conferencia de Londres, celebrada la pasada primavera se hayan aprobado programas de reinserción de combatientes y que distintas voces cualificadas reclamen ahora conversaciones con los dirigentes talibanes para explorar vías de estabilización.

Para acabar de complicar el escenario los más de 80000 militares extranjeros, se agrupan en dos formaciones con objetivos y estrategias diferentes. La operación Libertad Duradera, norteamericana fundamentalmente, que combate la insurgencia. La operación ISAF, bajo mandato de la OTAN, se ocupa de la seguridad, la reconstrucción y el desarrollo, con un claro enfoque político. Además un comité internacional supervisa la ayuda financiera fijada en las seis conferencias de donantes habidas hasta hoy. Obvio es señalar que un contingente militar de esas características no es una ONG, sino que cubre un espectro distinto de objetivos y está dotado de la fuerza acorde con la naturaleza de su misión.

A partir de esos datos, la política. La renuencia de la sociedad española, desde hace siglos, hacia la política exterior, no ha facilitado el claro conocimiento de los intereses comprometidos en Afganistán y que afectan a la seguridad de España, en la misma medida en que nuestra economía tampoco puede sustraerse a la globalización. Por eso el debate sobre la presencia del contingente español no puede plantearse de forma reduccionista, ¿qué hacemos allí?, sino en su complejidad. Porque la política exterior no puede basarse exclusivamente en la dialéctica gobierno-oposición, sino en el análisis de los intereses geo-estratégicos de nuestro país, de más largo recorrido que el calendario electoral.

Será en los momentos difíciles, cuando faltan las explicaciones suficientes ante el drama humano de las familias de los fallecidos y de quienes allí están destinados, cuando el debate político tendrá que elevar el nivel, explicando que estar en el mundo exterior tiene beneficios, pero también riesgos, que el aislacionismo no es posible y que la barbarie debe ser combatida contando con el apoyo de la población que la sufre directamente

miércoles, 18 de agosto de 2010

IDEAS O PERSONAS

En la vida política es un lugar común afirmar que se quieren debates de ideas y no sobre personas. La realidad es exactamente la contraria. El debate de ideas ha sido tácitamente desterrado y solo cuando se eligen personas, se producen posicionamientos. Durante los primeros años del desarrollo constitucional, los debates de ideas eran frecuentes, por cuanto se trataba de regular los derechos civiles, y políticos, construir los modernos servicios públicos y reorganizar el Estado, mediante la creación de las Comunidades Autónomas y la posterior transferencia de competencias.


En la actualidad la política está mediatizada por la gestión y la comunicación. Siendo necesario transmitir mensajes sencillos, de contenido no conflictivo y que representen al mayor número de ciudadanos, quedan excluidos los discursos complejos o las tomas de posición que puedan considerarse minoritarias. De hecho los debates se producen actualmente en otros foros: académicos, profesionales, ocasionalmente periodísticos. La transformación de las Cámaras Legislativas en extensiones del Ejecutivo actúa en la misma dirección. La mayoría se limita a defender al Gobierno y la minoría a criticarlo en todo momento.


Así se puede ver algo tan sorprendente como la posición del Sr. Rajoy, quien aspira a lograr la Presidencia del Gobierno sin haber expuesto una sola idea innovadora. Función crítica toda y en todo, proposiciones constructivas nunca. Y como la crítica no admite excepciones se llega al esperpento de la posición popular en Melilla, atizando irresponsablemente problemas puntuales pero que entrañan graves riesgos para la política exterior. O el cinismo, que informa de los valores morales, en el asunto Camps-Gürtel.


O el falso debate sobre la fusión de las cajas de ahorro gallegas. Hurtadas las cifras, despreciados los análisis de fondo, Núñez Feijoo plantea la fusión como un acto de galleguismo. Así se aprueba atropelladamente una ley, luego recurrida y al final ignorada por los protagonistas que optan por el liderazgo del Banco de España. Ahora se modificará de nuevo la ley para adaptarla a la realidad fraguada al margen de aquel tramposo debate. Por el camino la presunta galleguidad ha deparado hechos tan contradictorios como la venta de las participaciones de las cajas en empresas como R o Reganosa, en ambos casos con la pérdida de la mayoría de control por el accionariado gallego.


Obviado el debate de ideas, ¿superadas las ideologías?, transformados los partidos políticos en estructuras electorales, no es extraña la desafección ciudadana. Si los programas electorales, tan genéricos, con tan pocas diferencias entre si, son difíciles de discernir, solo quedan los valores, las tradiciones asociadas a cada grupo político. El valor de la marca al que se suma el de los líderes. Por eso el verdadero debate se da sobre las personas.


El último ejemplo, las primarias de Madrid. Sin duda dos magníficos candidatos pero sin diferencias entre si respecto al gobierno autonómico de Madrid. Algo de lo que no se habla por cierto. Mientras, se recuentan apoyos, se miden índices en las encuestas, popularidad, simpatía, etc. Podrá pensarse que al final es irrelevante quien resulte elegido, pues en ambos casos será el Partido Socialista. Y así es, si tenemos las personas, ¿a quien importan las ideas?.

jueves, 5 de agosto de 2010

PACTOS: NO SIEMPRE

http://www.lavozdegalicia.es/galicia/2010/08/05/0003_8650678.htm

Entrevista sobre la necesidad de evitar un pacto global con el nacionalismo

martes, 3 de agosto de 2010

EL BLOQUE ES CONSECUENTE


En el diario,
,xornal de galicia
un antiguo Conselleiro del BNG, realiza un conjunto de afirmaciones ácidas, no sé si críticas, sobre los dirigentes del Partido Socialista que lo acompañaron, y le permitieron con su apoyo, ejercer como miembro de un
gobierno de Galicia.

Sus afirmaciones han motivado algunas reacciones críticas, pero creo que debemos valorarlas literalmente pues aportan una reflexión inteligente sobre el gabinete Touriño, lo que no excluye otros calificativos.

El Bloque descubrió hace mucho tiempo que puede elevar el precio de su apoyo hasta niveles difíciles de soportar por el PSdeG-PSOE. La Xunta presidida por Touriño fue un verdadero master en ese aprendizaje. Lo cual no es novedad pues en cualquier alianza sin alternativa posible, el socio menor sabe del valor de su apoyo. Cuando hay alternativa ese valor debe ser comparado con el que ofrecen otras combinaciones de gobierno. Es un problema básico de coste-beneficio. En la situación descrita frente a un coste elevado, el beneficio es mucho mayor y de rechazar el coste, la pérdida puede llegar a ser total.

Por eso F. Blanco, más directo y menos ambiguo que otros de sus pares, lo dice con claridad.Afirma que Touriño era insufrible, porque soportaba la presión hasta el último minuto posible, para luego ceder en aras de la gobernabilidad. De no ser así, el BNG aún elevaría más el listón de sus exigencias. Recordemos: Estatuto de Autonomía, (in)dependencia, transporte 061, SEAGA, eólicas, decreto de vivienda, asuntos de cultura, y un largo etcétera que muchas veces no llegó a conocimiento público. Por no hablar de las presiones ante votaciones parlamentarias, de nuevo resueltas casi siempre en el último minuto. Y por encima, zaheridos de continuo en las declaraciones del BNG.

Tal vez, con la larga experiencia de cohabitación en los municipios y ahora en la Xunta, deberíamos de comenzar a reflexionar sobre la forma de reducir el coste de la alianza con el nacionalismo. Una posible fórmula sería mantener como objetivo la consecución de la lista mayoritaria, donde la alianza es inevitable para el BNG pero no necesaria para el PSdeG. Para lograr ese objetivo es necesario abordar la relación con el nacionalismo desde una postura más crítica y al tiempo hacer valer pública y electoralmente el valor de la lista más votada. En España no es admisible que gobierne la lista menos votada, por mucha aritmética parlamentaria que se utilice. Quizás haya llegado el momento de revisar el objetivo de gobierno en autonómicas y municipales.