En la vida política es un lugar común afirmar que se quieren debates de ideas y no sobre personas. La realidad es exactamente la contraria. El debate de ideas ha sido tácitamente desterrado y solo cuando se eligen personas, se producen posicionamientos. Durante los primeros años del desarrollo constitucional, los debates de ideas eran frecuentes, por cuanto se trataba de regular los derechos civiles, y políticos, construir los modernos servicios públicos y reorganizar el Estado, mediante la creación de las Comunidades Autónomas y la posterior transferencia de competencias.
En la actualidad la política está mediatizada por la gestión y la comunicación. Siendo necesario transmitir mensajes sencillos, de contenido no conflictivo y que representen al mayor número de ciudadanos, quedan excluidos los discursos complejos o las tomas de posición que puedan considerarse minoritarias. De hecho los debates se producen actualmente en otros foros: académicos, profesionales, ocasionalmente periodísticos. La transformación de las Cámaras Legislativas en extensiones del Ejecutivo actúa en la misma dirección. La mayoría se limita a defender al Gobierno y la minoría a criticarlo en todo momento.
Así se puede ver algo tan sorprendente como la posición del Sr. Rajoy, quien aspira a lograr la Presidencia del Gobierno sin haber expuesto una sola idea innovadora. Función crítica toda y en todo, proposiciones constructivas nunca. Y como la crítica no admite excepciones se llega al esperpento de la posición popular en Melilla, atizando irresponsablemente problemas puntuales pero que entrañan graves riesgos para la política exterior. O el cinismo, que informa de los valores morales, en el asunto Camps-Gürtel.
O el falso debate sobre la fusión de las cajas de ahorro gallegas. Hurtadas las cifras, despreciados los análisis de fondo, Núñez Feijoo plantea la fusión como un acto de galleguismo. Así se aprueba atropelladamente una ley, luego recurrida y al final ignorada por los protagonistas que optan por el liderazgo del Banco de España. Ahora se modificará de nuevo la ley para adaptarla a la realidad fraguada al margen de aquel tramposo debate. Por el camino la presunta galleguidad ha deparado hechos tan contradictorios como la venta de las participaciones de las cajas en empresas como R o Reganosa, en ambos casos con la pérdida de la mayoría de control por el accionariado gallego.
Obviado el debate de ideas, ¿superadas las ideologías?, transformados los partidos políticos en estructuras electorales, no es extraña la desafección ciudadana. Si los programas electorales, tan genéricos, con tan pocas diferencias entre si, son difíciles de discernir, solo quedan los valores, las tradiciones asociadas a cada grupo político. El valor de la marca al que se suma el de los líderes. Por eso el verdadero debate se da sobre las personas.
El último ejemplo, las primarias de Madrid. Sin duda dos magníficos candidatos pero sin diferencias entre si respecto al gobierno autonómico de Madrid. Algo de lo que no se habla por cierto. Mientras, se recuentan apoyos, se miden índices en las encuestas, popularidad, simpatía, etc. Podrá pensarse que al final es irrelevante quien resulte elegido, pues en ambos casos será el Partido Socialista. Y así es, si tenemos las personas, ¿a quien importan las ideas?.
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