domingo, 28 de febrero de 2010

POLITICOS

Recientes sucesos en distintas instituciones públicas (Parlamento de Galicia, Congreso de los Diputados, Gobierno de Valencia) han provocado nuevos ríos de tinta sobre un tópico: el desprestigio de la política y de quienes la practican. No es un fenómeno nuevo en el tiempo ni circunscrito a España.

En un penetrante ensayo, " Politica y Ciencia", disponible en: http://www.hacer.org/pdf/WEBER.pdf, Weber analiza las características de la política profesional y sus ventajas frente a sistemas anteriores, sus riesgos y sus objetivos, que resume en la ocupación del poder para aplicar proyectos o programas. Lo que decía Manuel Azaña claramente, en cita atribuida a Josep Pla: "Yo no sé si soy un estadista. Lo que es cierto es que, de la política, lo que me interesa es mandar." Pero Weber plantea también una perspectiva fundamental para juzgar la acción política, la dimensión ética. Desde Maquiavelo el dilema de fines y medios, de la justificación de las acciones del político por la razón de Estado, ha sido objeto de numerosos ensayos.Un estudio de José Ramón Recalde, de elocuente título ,"Crisis y descomposición de la política", comentado en : http://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=52395, ofrece una discusión clara de los problemas y plantea los límites de la ética pública.

Suele atribuirse al sistema de partidos el descrédito de la política y son muchos los argumentos que se proponen para mejorar su funcionamiento. Un reputado especialista, catedrático universitario y hoy conocido como comentarista fustigador del Partido Socialista, Roberto Blanco Valdés, en un libro exhaustivo, "Las conexiones políticas", analiza las patologías de los partidos políticos, desmonta las fáciles y aparentes soluciones, como las listas abiertas y estudia en detalle los aspectos más oscuros de la política, como la financiación. No se aleja de un clásico,
Robert Michels, quien formuló hace un siglo la llamada ley de hierro de la política, resumida en : http://es.wikipedia.org/wiki/Robert_Michels. Actividad de una minoría que en aras de la eficiencia sacrifica la democracia interna, se burocratiza y reduce el parlamentarismo a la selección de líderes. Otro especialista que reune la doble condición de académico y político, José María Maravall, en su libro "El control de los políticos", analiza empíricamente los conflictos en el seno de los partidos y sus consecuencias electorales, concluyendo que la disensión interna es claramente rechazada por el electorado y consecuentemente pagada en términos electorales.

No tiene sentido negar el sentimiento ciudadano de crítica a lo que percibe como distanciamiento y prácticas difíciles de explicar. El político, en palabras de Weber sólo tiene vocación "si posee la seguridad de no quebrarse cuando, en su opinión, el mundo resulte demasiado estúpido o demasiado abyecto para lo que él le ofrece. Sólo tiene vocación para la política el que frente a todo esto puede responder: Sin embargo..."

Por eso los gobiernos conscientes de las críticas ciudadanas, promueven códigos de conducta, amplían incompatibilidades, promueven el acceso de los ciudadanos a la información oficial, multiplican los controles, etc. La Xunta de Touriño lo hizo así, promulgando dos normas muy avanzadas: http://www.derecho.com/l/boe/ley-4-2006-transparencia-buenas-practicas-administracion-publica-gallega/ y http://www.derecho.com/l/boe/ley-9-2007-subvenciones-galicia-comunidad-autonoma-galicia-18-07-2007/. La primera introduce obligaciones de información permanentes sobre salarios, concursos, adjudicaciones, normas en preparación , etc y la segunda reduce la discrecionalidad y ordena el régimen de subvenciones. A las personas interesadas en las tendencias para mejorar la política, puede resultarles útil la obra "Etica pública: Desafíos e propostas", publicada por la Xunta anterior y cuyo texto está en: http://egap.xunta.es/fich/public57.pdf

La nueva Xunta ha hecho tabula rasa de esos avances. Hoy ni transparencia, ni control, tampoco diálogo, menos aún resultados. En su lugar el ruido de la propaganda para acallar a la razón, siempre necesitada de sosiego para hacer oir su voz.







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