miércoles, 9 de diciembre de 2015

CAMPAÑAS, INTERESES Y MEDIOS

Pocas veces se ha visto en España una mayor implicación en las elecciones por parte de los medios de comunicación que en las actuales. Iniciada con el lanzamiento de dirigentes de nuevas formaciones que han gozado de amplísima cobertura durante muchos meses, se supone que gratis et amore. Descontado el patriotismo empresarial, cabe deducir que como inversión de futuro. Y ahora, en plena campaña electoral, con una abierta promoción que puede llegar al ridículo, como aquí.

Se decía, durante los últimos meses, que las empresas del IBEX-35 o determinado Banco, impulsaban a una de esas formaciones, algo que desmintieron los interesados. Lo cierto es que los intereses están a la vista. No fue así en el gran precedente de las campañas mediáticas, el acoso sistemático hacia el último Gobierno de Felipe González, donde los intereses fueron reconocidos mucho más tarde por sus protagonistas principales.

No es incomprensible. La decisión estratégica principal del Gobierno Rajoy fue la devaluación salarial y la alteración profunda del mercado de trabajo. Hoy los salarios inferiores al mínimo, son habituales, la precariedad y temporalidad máximas. Un cuarto de los trabajadores por cuenta ajena están en esa situación, extraordinariamente cómoda para las empresas. Y el Estado de Bienestar basado en derechos sociales iguales para todos, está siendo sustituido por el Estado asistencial, excluyente. Consecuencia, el deterioro de los servicios públicos, de los que deserta una fracción acomodada y cada vez más reacia a mantenerlos con sus impuestos. El compromiso socialista de revertir la situación transforma a su candidato en el objetivo a batir desde todos los frentes. Unos para impedirlo, otros para sustituirlo, aquellos para diluirlo. Y de eso van la campaña y los intereses en juego, de mantener el modelo actual o de sustituirlo por el único Gobierno con capacidad demostrada de hacerlo y de poner en pie de nuevo los valores de la igualdad.

No es un problema menor, que pronto producirá frustración, inflar expectativas desmesuradas sobre la reforma de la Constitución. La conveniencia u oportunidad de la misma no deben omitir la existencia de más discrepancias que puntos de encuentro, en especial sobre el principal problema, el encaje de Cataluña. La posición de los partidos secesionistas exigiría una reforma asimétrica, en perjuicio de la mayoría de las Comunidades Autónomas, algo improbable, de creer a sus respectivos Presidentes. Véase por ejemplo la posición de Núñez Feijóo o la de Susana Díaz.

De hecho se oculta cuidadosamente tanto la necesidad de la reforma como los cambios perseguidos. Reformar las instituciones, mejorar la coordinación entre Administraciones o cambiar la ley electoral, son decisiones parlamentarias que no exigen necesariamente cambiar la Carta Magna. Presentarlo de esta última forma, puede ser más sencillo en términos de comunicación a costa de introducir confusión. Las experiencias internacionales más recientes (Canadá, Nueva Zelanda) también aconsejan prudencia.

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