lunes, 24 de junio de 2013

AEROPUERTOS

¿Me guardas el secreto?

Con ese título se promociona el turismo hacia una de las Comunidades Autónomas más singulares por paisaje y cultura, del territorio español, Galicia. Como si fuese algo reservado a iniciados y que no debe hacerse patrimonio del común de los mortales. Una idea que sería lógica para captar a un segmento de elevado poder adquisitivo y sentido elitista de su existencia. Pero el turismo no funciona así, sino que, como fenómeno de masas, persigue la comercialización de productos definidos: pernoctaciones, billetes emitidos, paquetes combinados, etc.

Como era previsible, esa malhadada campaña ha logrado lo imposible, que las cifras de visitantes a Galicia, medidas por el mejor indicador, las plazas hoteleras ocupadas, se hayan desplomado. Cuando el turismo hacia España es uno de los pocos sectores que producen alegrías, incluso en las Comunidades del Norte de España, con producto diferenciado, Asturias, Cantabria, País Vasco, las cifras en Galicia son catastróficas.

Anotemos un dato. Sólo el 9% de los más de dos millones de viajeros que registra Galicia, lo hacen por avión. La Comunidad, envuelta en el secreto, promociona el Camino de Santiago como experiencia de peregrinación espiritual, pero desdeña las modernas comunicaciones. Una metáfora del Gobierno gallego, incapaz de avanzar a pesar de su mayoría absoluta.

Ahora el Presidente de Galicia y sus voluntariosos Consejeros, desempolvan un clásico de la política, el número de aeropuertos, tres, para intentar racionalizarlos o sea reducirlos. El País Vasco que tiene la mitad de territorio y los mismos aeropuertos no aplica esas medidas, ni Cataluña, ni Valencia ni Andalucía.

Tertulianos y comentaristas se incorporan al debate. No es posible sostener tantos aeropuertos se nos dice, más que en Alemania. Y es cierto que en España el tráfico aéreo doméstico triplica al de Alemania, pero no es menos cierto que en la periferia de España hay muchas ciudades de tamaño importante que necesitan aeropuerto para comunicarse con Madrid o Barcelona en tiempos competitivos y desde éstas con el resto del mundo.

Así que tenemos varios aeropuertos y nuestros gobernantes no saben como rentabilizarlos. Descubrieron que las subvenciones a las compañías low-cost, son perversas, alterando la demanda de los tráficos e hipotecando el desarrollo del mercado. Descubren también que la política clientelar de subvenciones, castigando aquellas ciudades gobernadas por la oposición, comienza a provocar recelos. Se censuran las inversiones de anteriores gobiernos, tildadas hoy de exageradas, 500 millones de euros para lograr aeropuertos modernos, pero al tiempo se busca la comparación con Oporto, el segundo aeropuerto del país vecino, dimensionado para 20 millones de pasajeros y un verdadero hub de comunicaciones internacionales.

Si el gobierno estuviese más atento a la economía competitiva y menos mediatizado por los pequeños intereses locales o partidistas, tendría tiempo de saber que el tráfico aéreo remontará en cuanto lo haga la crisis económica y de forma más intensa, como acontece en Europa y que el impacto de la Alta Velocidad tardará tiempo en notarse, sobre todo en los lugares donde el tiempo de desplazamiento a Madrid será muy superior al del avión, a pesar de la imagen de incomodidad que éste comienza a incorporar.

Y sobre todo comprendería que el futuro económico pasa por el crecimiento y la competitividad de las ciudades, que éstas necesitan disponer de los recursos de comunicaciones y servicios que tienen aquellas con las que compiten, para atraer inversiones o visitantes. También podría descubrir cuanto puede crecer el segmento de turismo, o la capacidad de las rutas aéreas transversales, sin escala en Madrid, para abrir mercados, o la potenciación de la conectividad.

Porque Galicia no es todavía una Comunidad atractiva para las inversiones de capital, ni para la captación de industrias,ni de investigadores, ni siquiera de turistas. Y envolverse en el secreto no parece la estrategia más acertada para superar ese déficit.

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