El
FROB ha decidido iniciar el proceso de venta de Novagalicia Banco,
con el pleno respaldo de la Xunta de Galicia. Se desconocen los
motivos de esa urgencia, que solo afecta a la entidad gallega, toda
vez que el plazo otorgado por Bruselas finaliza en 2016. Existen dos
posibilidades, la venta a otro banco nacional, que reestructurará la
red, despedirá personal y trasladará los órganos de decisión, o
la venta a un fondo de inversiones extranjero que antes o después
venderá de nuevo. Hay que recordar que la entidad ha recibido diez
mil millones de euros entre fondos estatales y comunitarios y que el
FROB venderá con pérdidas. Pero nadie estima necesaria una
explicación a los contribuyentes.
La
pregunta pertinente es por qué se desprecia la posibilidad de
mantener la entidad. Es cierto que la actuación previa de la Xunta,
implicando a diferentes inversores en el capital del banco, resultó
un fracaso y los implicados perdieron 70 millones de euros. Aún así,
la necesidad de un banco gallego es unánimente compartida por el
mundo empresarial. Galicia será la única comunidad histórica sin
entidades financieras propias tras la desaparición en los últimos
años de Caixanova, Caixagalicia, Banco Pastor, Banco Gallego y Banco
Etchevarría. Por el contrario, Cataluña, País Vasco o Andalucía
mantendrán sus entidades. Las consecuencias para el crédito en el
futuro, el compromiso con los proyectos o el mantenimiento de la
antigua obra social, son previsibles.
El
actual equipo gestor del banco ha conseguido recuperar beneficios,
sanear la entidad, redimensionarla y hacerla atractiva para terceros.
Pero ni el Presidente Núñez Feijoo, ni el Presidente Rajoy,
consideran oportuno mantener el banco y explorar otras opciones. En
el caso de Núñez Feijoo, es la conducta habitual de aprendiz de
brujo, iniciando procesos o asumiendo compromisos que luego abandona
sin terminar, como han sido el fracaso del concurso eólico,
Pescanova, Alimentos Lácteos, Navantia. Siempre el compromiso es
mayor con la propaganda que con los hechos.
Así,
mientras el sector naval gallego agoniza, cuando hace solo cinco años
tenía 80 buques en construcción, Gas Natural Fenosa, principal
productor eléctrico de Galicia, titular de la mayor parte de
embalses hidroeléctricos, adjudicataria del principal lote de
megavatios eólicos, copropietaria de la empresa pública SOGAMA,
contrata barcos gaseros en Asia. En Galicia, en lugar de
comprometerse con el naval, la eléctrica restaura un pequeño
poblado en el pueblo natal del Presidente autonómico,
transformándolo en academia privada de inglés que, naturalmente,
subvenciona el Gobierno gallego.
Y
aunque Feijoo conversa con Fainé, principal accionista de la
eléctrica, vinculado al sector naval a través de la alianza con
PEMEX en REPSOL, no se deriva ninguna acción inversora. Por el
contrario, se anuncia la reestructuración de Navantia, antesala de
su desparición. Es probable que el banco, como el naval, acabe
siendo moneda de cambio para resolver otros problemas, como el
conflicto catalán.
En
una apacible conferencia en el Hotel Ritz, celebrada días pasados,
Feijoo se extendía cantando las loas de la economía gallega, el
estado de los servicios públicos y la competitividad. Dejándose
querer por la adulación mediática, siempre necesitada de
personajes. Por desgracia los indicadores oficiales no acompañan
ese optimismo. Que otras Comunidades Autónomas presenten peores
datos de empleo no puede ser motivo de satisfacción. Galicia se
aleja de la convergencia con España y con Europa, el imparable
declive demográfico se une a una estructura empresarial muy
atomizada, con un sector industrial en derribo y con cifras de
ocupación muy bajas. Incluso la corrupción se ha hecho un lugar en
la vida institucional sin que la Xunta muestre la menor inquietud.
Dos gigantes, Citroën en el Sur e Inditex en el Norte, visten las
estadísticas. La evidencia de la crisis es la mínima inversión del
exterior y la emigración masiva de los jóvenes más cualificados.
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