Quizás el futuro del PSOE sea otro diferente del que hoy imaginamos. Pero sin embargo creo que, en este momento preciso, Rubalcaba ha estado donde debía. Porque hay que considerar dos hechos fundamentales para explicar su posición. En primer lugar, las últimas encuestas conocidas indican que los ciudadanos responsabilizan en mayor medida al PSOE que al PP, de la situación actual. En segundo lugar, en el caso de estar gobernando ¿qué medidas debería adoptar un gobierno socialista ante la presión de Bruselas y demás?. No olvidemos que la solución de los problemas de España no depende ya del gobierno. Podemos llamarlo como queramos: intervención, dependencia, rescate, cesión de soberanía, etc. Lo cierto es que la solución de la crisis pasa por la aportación de grandes recursos del exterior que exigirán contrapartidas, probablemente más duras cuanto más dure la crisis.
En esas circunstancias Rubalcaba sabe que las medidas posibles, dentro de un abanico limitado, las elige el Gobierno y que pagará las consecuencias de su elección. De ahí la oposición firme a las principales medidas y sobre todo al modelo. Pero también sabe Rubalcaba que los ciudadanos nos responsabilizan en cierto grado de la situación actual, y que sería difícil de explicar una oposición numantina. Está fresco el suicidio político del PASOK en Grecia. Sólo cuando los ciudadanos comiencen a responsabilizar claramente al PP de las medidas adoptadas y de sus consecuencias, será comprensible una alternativa de gobierno. Alguien podrá objetar que Hollande defiende otro modelo y es cierto, a condición de no olvidar la extrema diferencia de la economía francesa respecto de la española.
Y todo esto en un contexto donde el PSOE está empeñado en luchar contra su propia sombra. La ola de congresos territoriales ha evidenciado una fractura sin precedentes en cada ciudad, provincia, comunidad o incluso en España. Mientras queramos perder las elecciones, fomentando disensos internos en lugar de consensos necesarios (1), carece de sentido una oposición suicida. Por otra parte tanto Rubalcaba como la dirección federal han producido suficientes tomas de posición y documentos como para que nadie de buena fe pueda sentirse confundido sobre la oposición socialista.
El día que Zapatero eligió un cambio de rumbo radical, sin explicaciones previas, en lugar de convocar elecciones, situó al PSOE en una vía de la que no es posible escapar sin mayor coste: la vía de aceptar las decisiones de Bruselas y del resto de la troika. Renegar ahora de esa posición, sin una alternativa creíble, sólo nos llevaría a un mayor desprestigio. Recuperarlo implica un ejercicio de humildad y de reconocimiento de los errores pasados, de debate público, de asunción de compromisos parciales y de elaboración de una alternativa. Nada que se pueda hacer en poco tiempo y menos bajo el ruido de cuchillos amigos.
(1) consensos necesarios: no es sólo el reparto de puestos de dirección, sino el acuerdo sobre modelos organizativos, de acción política y de comunicación electoral.
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