Quienes fueron aclamados, adulados y cubiertos de honores, saben que ese es su destino. Así, la costumbre romana de situar a un esclavo junto a los dux que hacían el paseo triunfal, repitiéndoles que solo eran un hombre, debería ser adaptada a los tiempos actuales. Porque si es prudente evitar la vanidad de quienes ocupan magistraturas públicas, no lo es menos poner de manifiesto las convicciones morales de quienes aspiran a ocuparlas.
La coherencia y consecuencia entre palabras y actos, entre pronunciamentos y acciones públicas o privadas, forma parte del mínimo exigible. Pero además la fidelidad a los compromisos y el respeto a los acuerdos. Si el programa electoral es papel sin valor en cuanto se ocupa el gobierno, si el respeto a quienes hoy dirigen se traduce en escarnio y revisión mañana, ¿podemos aguardar el respeto ciudadano a quienes no saben hacerse respetar?
La rara lealtad que decía Horacio. En un conocido libro de Fernando Savater, "Invitación a la ética", se dice que las dos virtudes básicas en la ética son el valor y la generosidad. El valor realiza el esfuerzo necesario, ejerce la libertad, mientras la generosidad reconoce a los otros en lugar de instrumentalizarlos.Valor para defender las propias ideas, incluso en minoría; generosidad para con los demás. Non son ciertamente conceptos presentes en la vida política, desacreditada por sus propios excesos retóricos.
Dice Montaigne (Libro III, C I), "Nadie está libre de decir simplezas.La desgracia es decirlas seriamente." Las ideas políticas necesitan afianzarse en valores morales, para no aparecer como reglas contingentes. Cuando no los hay y se sustituyen por el oportunismo, aquellas quedan reducidas a consignas carentes de interés y de consecuencias morales.
José Luis, creo que no dices mucho y que lo que dices es muy confuso. No destacas que lo más importante de la lealtad es su reciprocidad (porque es horizontal, como la solidaridad, y nunca vertical, como la caridad) y su radicalidad (porque tiene necesidad de manifestarse tanto en lo bueno como en lo malo). La lealtad tiene que ser siempre recíproca para diferenciarse del servilismo o la sumisión o la subordinación e, incluso, del agradecimiento que en alguna de sus facetas puede manifestarse como lo anterior (servilismo, sumisión o subordinación). Y la lealtad siempre ha de ser radical porque también comprende la obligación de señalar, además de los aciertos, todo lo malo o todos los fallos para poder distinguirse del pelotilleo y de las lamidas de culo. Porque sólo así evitaríamos confundir la lealtad con lo que nunca es: ni servilismo, ni sumisión, ni subordinación, ni agradecimiento, ni pelotilleo, ni lamidas de culo. La lealtad sólo representa la decisión de igual a igual de compartir con otro u otros una meta hasta el final y, por lo tanto, con independencia de que salga bien o salga mal. Por lo que surge de proyectos comunes y aguanta hasta el final de los mismos con independencia de su éxito o fracaso. El verdadero problema José Luis es que muchos sólo quieren ser leales en el éxito. Un saludo. Julio Iglesias.
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