martes, 22 de marzo de 2011

SALVAR VIDAS MATANDO GENTE



En su controvertido libro: "Guerras justas e injustas", Michael Walzer establece las condiciones para considerar justa una acción de guerra. Es una lectura oportuna cuando la declaración de la ONU sobre la exclusión aérea en Libia, trabajosamente lograda, abre cada día más interrogantes sobre el significado de esa acción de guerra, sus límites, objetivos y valoración moral.

Porque si la guerra por definición es mortal y sus víctimas, llámense no combatientes, colaterales o civiles, inevitables, no por ello deja de ser una acción omnipresente en la historia y en el presente. "Si vis pacem, para bellum" es algo más que una frase cínica. En condiciones extremas la fuerza es la última ratio. ¿Por qué en Libia y no en Ruanda o Darfur?. La respuesta es tautológica: porque sólo en Libia, como ayer en los Balcanes, los intereses concernidos consiguieron un acuerdo de mínimos. Que esos intereses sean energéticos, inmigratorios, de seguridad interior o de oportunismo táctico es un debate posterior.

Pero iniciar una acción de guerra no garantiza el resultado final, sobre todo cuando éste no está definido. ¿Se persigue la segregación de facto de Libia? ¿o sólo que se maten en tierra?. Aparentemente la intervención tiene como fin proteger a los insurrectos y asegurar que no sean exterminados, es decir una segregación de facto hasta la caída del régimen actual. La acción contra la residencia del dictador, medida, es un aviso de que está bajo control. Como en otros casos donde la ONU ha intervenido, Chipre, Líbano, Kosovo, Darfur, Congo, Haití, Afganistán, la intervención exterior no resuelve fácilmente los problemas de convivencia.

Un problema añadido en nuestras sociedades actuales, es asumir el coste humano de la intervención. No hay guerra sin muerte y quienes combaten lo saben. Pero con la excepción de Estados Unidos y en parte del Reino Unido, las demás sociedades rechazan la intervención directa en operaciones ofensivas con grave riesgo. Una intervención aérea en condiciones de absoluta superioridad técnica y numérica no tiene los riesgos de una intervención terrestre, con mayor exposición y peligros múltiples. Pero incluso en la sociedad norteamericana existe la conciencia de una situación insostenible. La evolución de empresas privadas de seguridad hacia ejércitos encubiertos, en Irak o en el Indico, cierra un ciclo histórico. De los ejércitos feudales a los ejércitos modernos de conscripción, luego a los ejércitos profesionales y ahora a la privatización de la guerra, el bucle está completado. Siempre hubo mercenarios pero por primera vez en siglos el Estado opta por sus servicios en lugar de militares profesionales. Las víctimas inquietan a una opinión pública con capacidad de voto.



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