Artur Mas tenía dos caminos ante si: resignarse a unos mediocres resultados como gobernante o pasar a la historia habiendo intentado la independencia. Y al tiempo llevar más lejos los desafíos de Francesc Maciá en 1931 y Lluis Companys en 1934 con sendas proclamaciones del Estado Catalán. Pasar a la historia exige gestos grandiosos.
Ha sido consecuencia, en versión nacionalista, de la sentencia del Tribunal Constitucional, de la política centralista del gobierno Rajoy, de los intereses electorales populares, etc. Hubiesen valido igualmente otros argumentos. Las razones para superar el marco constitucional y abrir un camino nuevo son múltiples y todas de carácter político. La construcción de una sociedad dual y polarizada, también ha sido una constante durante tres décadas. El nacionalismo engendra las naciones y no al revés, según la explicación clásica de Gellner.
Y esa es la realidad política sobre la que actuar. En momentos de crises, los territorios ricos no desean contribuir tanto al sostenimiento de los menos desarrollados. En Cataluña como en la Padania o en Quebec en su momento. Y cualquier acuerdo futuro tiene que partir de ese sustrato tan fácil de transformar en sentimientos de agravio y expolio.
La arquitectura constitucional (federalismo, competencias, instituciones) será consecuencia pero no solución. Ésta solo puede venir del diálogo y del pacto, que tendrán un coste fiscal cuantificable, probablemente sin llegar a una solución como el cupo vasco-navarro pero sustantivamente mejor que la actual. A partir de ahí ambas partes podrán respirar hasta el próximo embate nacionalista, que inexorablemente se repetirá pues la Tierra Prometida ya ha sido anunciada. No hacer nada sería suicida para la convivencia política española y por otra parte ningun Estado serio asume la secesión cuyos costes aún serían mayores.
La dificultad no es menor: ¿de dónde saldrán los nuevos recursos?. Un vistazo a los Presupuestos del Estado permite suponerlo: de los territorios que reciben más transferencias. Es decir de una nueva redistribución de la financiación autonómica. Llegar a una solución aceptable para todos exigirá renuncias multilaterales. Al día siguiente de las elecciones catalanas será la hora de la política. Y de verdaderos políticos de Estado.
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