Hace
pocas fechas, una conocida periodista publicaba una columna sobre un dirigente
socialista. Sin hechos concretos pero con
abundantes descalificaciones, dejaba entrever menosprecio, tal vez
antipatía hacia el glosado, para terminar calificando su actuación de émula
nada menos que de ¡Millán Astray!, una
afirmación hiperbólica que tácitamente incluía al conjunto de la organización.
Tal vez
la comentarista no conozca de aquel general nada más que las anécdotas e ignore
que fue el máximo exponente de la brutalidad africanista que Franco aplicaría
durante la Guerra Civil, con lo que su desafortunada comparación roza el
insulto pero se queda en el esperpento. En todo caso la autora se aleja de la
opinión de los ciudadanos, medida sistemáticamente por el CIS.
Señala
Manuel Castells en “Comunicación y
poder”, que “como los medios de comunicación desempeñan un papel en la
propagación de los escándalos y la deslegitimación de las instituciones, corren
el riesgo de perder su propia legitimidad ante su audiencia”. Y añade: “ las
noticias negativas sobre las instituciones sociales en general pueden socavar
la credibilidad en todas las instituciones, medios de comunicación incluidos”.
Algo que más literariamente dice Valle Inclán en “Luces de Bohemia”, por boca de don Filiberto, periodista: “Citaba mi
definición del periodismo. ¿Ustedes la conocen? Se la diré, sin embargo. El
periodista es el plumífero parlamentario. El Congreso es una gran redacción, y
cada redacción, un pequeño Congreso. El periodismo es travesura, lo mismo que
la política. Son el mismo círculo en diferentes espacios”.
Hoy los
medios escritos se debaten por la supervivencia ante el auge la prensa
electrónica. Para las generaciones más jóvenes, la batalla está decidida. Las
ediciones digitales gratuitas, de los medios convencionales, de los buscadores
y de otras plataformas, ofrecen la misma inmediatez y gratuidad que la radio,
por ejemplo. El futuro de la prensa escrita pasa por el valor añadido que
proporciona la capacidad de análisis, la elaboración de la información, el
cotejo de fuentes.
No está
en crisis el periodismo, sino el modelo de negocio tradicional. Aquí surgen los
dilemas. Un lector más informado, con capacidad de elección, comprará un medio
escrito o se suscribirá a un medio digital de pago si ofrece información de más
calidad que los medios gratuitos y
colaboraciones rigurosas que estimulen el placer de leer e informarse sin
necesidad de recurrir al exabrupto o la exageración que tanta credibilidad
restan. Trasladar el estilo de los tertulianos televisivos, superficial,
descalificador, altisonante, un punto histriónico, a la prensa escrita, tiene
efectos letales sobre su credibilidad. La dictadura de los índices de audiencia
televisivos no es aplicable a la prensa escrita, deudora de otra necesidad
informativa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario