El nuevo gobierno municipal coruñés
se ha encontrado con dificultades de financiación de las fiestas de
verano. En realidad y desde hace muchos años, se han financiado con
una operación de modificación presupuestaria. La novedad en 2015,
es la fuente de recursos elegida. Si en el pasado se obtenían
economías del capítulo de personal o del gasto corriente, este año
el gobierno municipal propone detraerlos del Consorcio para la
Promoción de la Música, medio millón de euros, y de partidas para
la promoción de empleo y educación.
Toda decisión política implica una
selección de valores y objetivos. El mensaje que parece enviar el
gobierno municipal en minoría es doble. De un lado la música culta
deja de ser prioritaria, de otro las prioridades del pasado se
abandonan, aún cuando hayan sido símbolos de la ciudad. Las
primeras consecuencias están a la vista. La Sociedad Filarmónica,
con un siglo de vida, entra en crisis. El festival Jazzatlántica se
suspende. La Orquesta Sinfónica se verá obligada a reducir su
actividad. En paralelo se ha dejado pasar la oportunidad de tramitar
subvenciones para ese fin de la Diputación Provincial.
El populismo de las medidas es
evidente. A estas alturas del siglo XXI, la distinción entre cultura
popular y cultura de élite es anacrónica. Ambas formas y todas sus
modalidades conviven en todos los lugares y se nutren mutuamente
entremezclándose en muchos géneros híbridos. Optar en Coruña por
resucitar la división, además de populachero es inútil. Los
tiempos y el mundo van en otra dirección. Pero a corto plazo pueden
hacer mucho daño. Las organizaciones de alto nivel artístico, y la
Orquesta Sinfónica de Galicia lo es en grado sumo, son frágiles. La
falta de perspectiva, la inseguridad en el funcionamiento, pueden
provocar a corto plazo una desbandada de sus líderes artísticos más
inquietos y en consecuencia el deterioro grave de su calidad. Ese es
el riesgo que el Alcalde y su equipo no parecen haber medido. O tal
vez sí.
En 1979 una formación similar a la
Marea, se hizo con la Alcaldía coruñesa. Resistió dos años hasta
caer víctima de sus tensiones internas, de su fracaso de gestión y
dejando el recuerdo de un tiempo perdido para la ciudad.
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