Una propuesta rupturista, enmascaradora de la lamentable realidad económica de Cataluña, ha tenido el efecto contrario sobre el partido gobernante. Conseguirá sus objetivos, pero al precio de desdibujarse en favor de otra opción, ERC. La suma de partidos soberanistas, que probablemente tendrán como compañeros de viaje a ICV, supera ampliamente la mitad de los escaños, pero a costa de producir una fractura social importante.Interesante el resultado de Ciutadans, que ha comenzado a evolucionar en su discurso, creciendo a costa de los dos grandes partidos estatales. Así que probablemente seguiremos escuchando mucho ruido mediático y sonoras declaraciones, hasta que el Gobierno de Rajoy decida hacer concesiones económicas que diluyan las proclamas rupturistas o las aplacen a otra oportunidad.
Porque con el problema catalán, presente desde hace un siglo en la política española, deberemos convivir. Si se descarta la secesión, sólo cabe redefinir el encaje institucional. Es decir, revisar la Constitución buscando un marco cómodo para el desarrollo del autogobierno de aquel territorio.¿Debe ser el mismo que para los otros territorios autónomos? Esa será la principal dificultad. Las razones que puedan esgrimir las Comunidades de Murcia, La Rioja, Cantabria o Extremadura, por citar algunas, dificilmente serán comparables a la capacidad de la sociedad y la economía catalanas para desarrollar modelos propios, competitivos y sostenibles. ¿Y Galicia o Andalucía? Dejemos anotado el problema, señalando que el modelo actual, de igualación competencial y de sistema de financiación para todas las Autonomías, excepto País Vasco y Navarra, no es aceptable en Cataluña.
Desde Galicia los resultados tienen algunas otras claves notables. ICV no ha conseguido el resultado sorprendente que tuvo en los comicios de octubre, lo que aún abre más interrogantes sobre la evolución futura de la coalición AGE dirigida por Beiras y Díaz. También allí el PP es capaz de orillar los efectos de la política económica del gobierno Rajoy e incluso sube ligeramente. Mientras el PSC prosigue su caída, quedando en un 14%, frente al 21% de Galicia.
Salvo imprevistos y descontando las elecciones europeas de 2014, de menor interés político y ciudadano, se abre ya la senda de las elecciones municipales. A treinta meses vista comienzan los movimientos en los municipios urbanos. El PP ha comenzado a perder apoyo, la izquierda gobierna Ayuntamientos muy relevantes y la irrupción de una nueva fuerza política abre incertidumbres. El contexto socioeconómico puede variar mucho durante ese tiempo, pero probablemente serán elecciones municipales presididas por la política y no tanto por la gestión.
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