martes, 31 de mayo de 2016

DIMISIÓN

As recentes eleccións primarias indican, co voto directo dos afiliados/as, insuficiente respaldo no labor deste portavoz. Compre, xa que logo, facilitar que outra persoa asuma esa función. O candidato elexido para disputar as eleccións autonómicas, ven de pedir, tanto pública como privadamente, a miña continuidade, xesto que agradezo. Agora ben, a propia dinámica, parlamentaria e mediática, creará as condicións para confusións ou discrepancias, imposibles de evitar malia a nosa vontade. Creo que se debe evitar ese escenario. Doutra banda e tendo en conta que restan dous meses de lexislatura e que non existe problema algún de relevancia á vista, a sustitución non deberá crear problemas de xestión nin de representación.

En consecuencia veño de presentar a dimisión diante da Presidenta da Comisión Xestora,  sen perxuizo de continuar en funcións ata o nomeamento doutra persoa como Portavoz. Como Deputado seguirei prestando o apoio para o candidato electo que demandei públicamente na noite electoral.

Agradezo moi especialmente o labor dos membros do Grupo durante estos anos, así como a sua actitude construtiva.  A política, tan denostada, reclama de nós características varias, a capacidade de traballar en equipo non é a menor. Creo, e así o teño explicado en distintas ocasións e diante de diversos foros, que o actual Grupo, sen desdoro doutros, ten amosado, rigor, capacidade de traballo, espíritu de equipo e talante dialogante.

Agradezo, igualmente, a confianza da CENG primeiro e da Comisión Xestora logo, para facer esta función, na que tentei ofrecer o mellor da miña capacidade, mantendo a lealdade e cooperación cos órganos de dirección do Partido.

jueves, 19 de mayo de 2016

PROGRAMA POLÍTICO

http://www.nuevatribuna.es/articulo/galicia/conversacion-jose-luis-mendez-romeu/20160518183719128452.html

lunes, 2 de mayo de 2016

¿CRISIS EN LA IZQUIERDA?

Es un tópico hablar de la crisis de la izquierda europea. Prácticamente desde la caída del Muro de Berlín y la desaparición del llamado socialismo real, el Bloque del Este, se ha venido acuñando esa idea. Los propagandistas no son inocuos: desde Francis Fukuyama, primer teórico, pasando por todos los think-tank conservadores, tan ricos en medios como en producción de ideas, hasta los nuevos partidos emergentes con su mezcla de populismo, nuevos valores y símbolos añejos.

El auge de los gobiernos conservadores europeos, que han aprovechado la crisis económica para imponer una visión dual de las relaciones sociales, con una inmensa masa de personas excluidas, abocadas a la dependencia estructural y una minoría cada vez más opulenta, está creando un espejismo. No es la izquierda quien está en crisis, sino los partidos políticos que la representan.

Porque a esa hegemonía conservadora le ha correspondido la crisis institucional de los partidos tradicionales de la izquierda, con la desaparición de las formaciones comunistas y el declive de las socialdemócratas. Pareciera que alcanzado el Estado de Bienestar, los objetivos tradicionales de la izquierda, libertades civiles, derechos políticos, justicia universal,  estado asistencial (sanidad, pensiones, desempleo) y educación avanzada, habrían agotado su desarrollo, produciendo el agotamiento de los partidos que con más ahinco los defendieron. 

Pero una visión más amplia nos indica que no es así. Que la crisis de los partidos de izquierda está más vinculada al agotamiento de sus modelos organizativos o representativos, a la progresiva simplificación de sus programas para mantener un perfil electoral "atrapalotodo", a la sucesión de escándalos y a la excesiva institucionalización. Un problema similar al que vienen sufriendo los sindicatos desde hace años.

Pero, al tiempo, emergen otras tendencias organizativas en todos los países. Más críticas con las instituciones, partidos incluidas: Sanders en Estados Unidos, Grecia, Finlandia, Francia, Chequia, Italia, Austria, Alemania,  con posturas muy distintas entre sí, de la izquierda radical al populismo xenófobo, pero coincidiendo en la crítica a las estructuras políticas tradicionales. Frente al pragmatismo y reformismo que ha caracterizado la etapa anterior, aparecen la utopía y el sentimiento de comunidad o grupo, frente a la globalización, lo propio, frente a la Europa comunitaria, una mezcla de nacionalismo irredento y patriotismo aislacionissta.  Su evolución es imprevisible pues la propia duración de la crisis las alimenta.

Posiblemente, como en todos los movimientos sociales, el futuro tenderá a una síntesis, de forma que los grandes partidos acabarán incorporando propuestas y enfoques organizativos de los nuevos movimientos, mientras éstos, como ya está ocurriendo, asimilarán sus estructuras al régimen electoral, determinante de su capacidad de representación. Por el momento, frente a la hegemonía conservadora en Europa, relativamente poco fragmentada, la izquierda ofrece un abanico multicolor de tendencias.


En palabras de un autor ya citado aquí, Víctor Lapuente: "Si queremos construir una sociedad más igualitaria, justa y sostenible, necesitamos el sentimiento opuesto a la indignación: la templanza. Necesitamos aparcar el lenguaje grandilocuente de la «lucha» y las «conquistas sociales» y abrazar el lenguaje humilde del consenso y el pacto. Aunque no es nada fácil renunciar a la indignación en tiempos de crisis, cuando la gente se pregunta, y con razón, a dónde nos ha llevado el consenso entre las élites políticas. Indignarnos es lo que nos pide el cuerpo. En tiempos de crisis intensas, que una comunidad anteponga la templanza y el consenso a la indignación y la lucha es casi un milagro. La pauta general es buscar un enemigo al que responsabilizar de la situación. Pero algunas sociedades —o, mejor dicho, algunos países en algunos periodos concretos—logran escapar a la escalada de confrontación social. ¿Cómo lo consiguen? ¿No será que están más «civilizados», que están en un estadio superior de modernización social, económica o cultural? ¿No será que están más «adelantados»? No, en ocasiones, ocurre lo contrario: una mayor sofisticación cultural puede agriar el debate político. La decadencia, significativa en términos relativos, de Suecia entre principios de la década de 1970 y mediados de la de 1990 o la de Argentina a lo largo del siglo xx son testimonio de que la modernización cultural puede empeorar el debate político.
La cultura de la templanza y del consenso no se asienta tampoco en unas instituciones políticas definidas, como una democracia madura o un particular sistema electoral, ni en un determinado umbral de renta per cápita. No se asienta en estructuras materiales o superestructuras inamovibles. Se asienta en algo más etéreo; algo que, como el aire que respiramos,está entre nosotros, pero no lo vemos. Ese factor incorpóreo, pero hercúleo, es la retórica política: cómo se configura el arte  del discurso político, cómo respiramos y procesamos los problemas políticos. Un factor fundamental para entender porqué unos países prosperan en cierta armonía mientras otros se ahogan ante los problemas colectivos" (De su libro "El retorno de los chamanes", capítulo 1)