lunes, 27 de diciembre de 2010

LA LEGITIMIDAD DEMOCRATICA

Pierre Rosenvallon, catedrático de Historia Moderna y Contemporánea de la Política en el Collége de France, reflexiona en esta obra sobre la doble legitimidad de la democracia, la de las urnas y la de la administración o servicio público, así como sobre la evolución de los conceptos . Diferencia entre la democracia como régimen y la democracia como forma de gobierno y estudia la evolución y crisis moderna de la democracia y de algunos de sus mitos fundacionales, como la identificación de la mayoría de apoyos con la unanimidad.


Uno de los capítulos más interesantes está dedicado a la legitimación de las autoridades independientes, organismos reguladores y similares, cuyo número y funciones crecen incesantemente en nuestra sociedad. También el capítulo dedicado a la legitimidad de los jueces y a los riesgos de introducir un carácter electivo, son minuciosamente analizados, comparando fundamentalmente los sistemas de Estados Unidos y Francia.


En el ámbito del gobierno, analiza la evolución reciente hacia la proximidad y la presencia, como sustitutos del mandato electoral, expresados en el carácter mediático y aún de espectáculo, de la vida pública, acentuado por Internet y en la necesidad de la respuesta permanente.


Superado el viejo sistema de separación de poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, se va instaurando un sistema de control por la sociedad civil, todavía por consolidar y racionalizar, pero que el autor considera estructurado en torno a tres ejes: la desconfianza ciudadana como contrapunto a la confianza electoral; el papel de los organismos de democracia indirecta, autoridades reguladoras, Tribunal Constitucional y similares; y el imperativo de conducta democrática de los gobernantes.


El autor recuerda la creciente desafección de los ciudadanos hacia la política como expresión del conflicto social, y las pésimas valoraciones que en todos los países tienen las instituciones propiamente políticas, como las Cámaras, frente a las unipersonales, concluyendo que la democracia debe ser abordada en su complejidad: régimen, gobierno, pero también comunidad.


Se trata de un libro denso, académico, de conceptos, aunque con muchos análisis sugerentes sobre el estado actual de la legitimación democrática.

jueves, 23 de diciembre de 2010

LA DERROTA DE LA IZQUIERDA

Razones que explican la sucesión de derrotas que en Europa sufren los partidos socialdemócratas y claves para la recuperación de la confianza de los ciudadanos. En:


XORNAL DE GALICIA

martes, 21 de diciembre de 2010

ALGO VA MAL


Es el título de la obra póstuma de Tony Judt, el gran historiador del siglo XX, que aquí realiza una defensa encendida aunque crítica, de la socialdemocracia moderna, la única izquierda real tras la desaparición del comunismo.


Judt repasa la aportación decisiva de la izquierda, durante la primera mitad del siglo pasado, a la construcción de los modernos Estados europeos,basados en la protección social, la capacidad reguladora de la economía y los servicios, así como en la reducción de las desigualdades. El conocimiento profundo de Judt sobre las sociedades americanas y europeas, ha sido profesor a ambos lados del Atlántico, le lleva a hacer una crítica dura de las posiciones ultraliberales pero también de quienes considera enterradores de la socialdemocracia: Blair, Brown, Clinton.


La idea central del libro es el giro que adopta la izquierda a partir de 1960, con la irrupción de nuevas generaciones nacidas en las sociedades de bienestar ya consolidadas y huérfanas de los referentes históricos, guerras mundiales incluidas, que tanto habían pesado en el anterior impulso político. La aparición de nuevos valores, individualismo, auge de lo privado, junto a la asunción de objetivos especializados en detrimento de discursos globales, habría influido en la deriva de los partidos socialdemócratas hacia la aceptación irrestricta de algunas posiciones de origen conservador, como la censura al Estado regulador o la aceptación de los mercados globales.


A partir de 1980, con Reagan y Thatcher, el neoconservadurismo ha impulsado la desregulación, la privatización de los servicios públicos y la reducción del Estado, como ejes, se decía, para la creación de riqueza. La izquierda ha aceptado ese discurso y se ha entregado a las mismas prácticas. La progresiva dificultad de explicar esas políticas a las generaciones actuales, explicaría la desafección creciente y generalizada del electorado europeo.


La llegada de la crisis, producto de esas prácticas, ha demostrado que el Estado sigue siendo la instancia necesaria para salvar al capitalismo de sus propios errores, al precio de transferir al sector público las pérdidas del sector privado.


Judt insiste en la política como una conversación pública imbuida de ética. Defiende la necesidad de discursos globales que orienten a los ciudadanos sobre los dilemas morales presentes en las decisiones políticas. También defiende mayor participación de la sociedad y menor burocratización de la vida pública. Considerando que la lucha contra las desigualdades sigue siendo la mayor diferencia entre izquierda y derecha, aboga por la socialdemocracia como la mejor opción posible para la mayor parte de las personas.


Los argumentos incluyen referencias a muchas políticas de las últimas décadas sí como pocos pero escogidos datos demostrativos. Judt reflexiona a contracorriente, es obvio, pero con propuestas frescas y estimulantes, sorprendentes en quien las dictó cuando era consciente de su próximo final.


Otras obras suyas, de carácter académico pero con un pensamiento innovador, son: “Olvidado siglo XX” y “Sobre la posguerra”, todas en Taurus.

domingo, 12 de diciembre de 2010

PREMIO NOBEL A UN ESCRITOR POLITICO



Desaparecidos los intelectuales como grupo visible en la sociedad, Mario Vargas Llosa podría parecer anacrónico. Cuando el pensamiento blando impera, el relativismo cultural hace estragos y lo políticamente correcto se adueña de las universidades, un escritor profesional, con frecuentes incursiones en el periodismo político y que nunca desdeña expresar su opinión, es, al menos, una rareza.


Y lo cierto es que Vargas Llosa lleva medio siglo haciendo magnífica literatura y también cultivando otros géneros, entre ellos el periodismo. Si de entre sus novelas algunas han alcanzado la excelencia , ( como las primeras: “La ciudad y los perros”, “La casa verde”, “Conversación en La Catedral”), otras tratan sobre aspectos de la sociedad peruana (“Historia de Mayta”, “¿Quién mató a Palomino Molero?”), o conflictos de otras latitudes (“La fiesta del chivo, “La guerra del fin del mundo”, “El sueño del celta”), también sus ensayos de crítica literaria son apasionantes (sobre Tirant lo Blanc, Flaubert, García Márquez, Víctor Hugo y otros). De igual forma sus reportajes periodísticos sobre el conflicto de Oriente Medio o sobre Latinoamérica.


Su defensa apasionada de la democracia y por tanto el rechazo absoluto a las fórmulas alternativas le ha llevado a analizar y censurar realidades políticas como el caudillismo, el indigenismo y el nacionalismo. Su oposición muy temprana a la dictadura castrista y sus frecuentes críticas a gobernantes como Chávez o Morales, le depararon una imagen de escaso aprecio en el espectro político de la izquierda. Vargas ha sido especialmente crítico con la visión paternalista de aquellos europeos defensores de soluciones no democráticas para otros países cuando en su lugar de residencia disfrutan del Estado democrático y protector.


Pero el ejemplo de ese compromiso intelectual no es menor. Opinar es arriesgar y hacerlo en defensa de las propias convicciones, muchas veces en minoría, ennoblece al autor más que cualquiera de los muchos premios recibidos.